Babilonios características
Intercambiaban productos como textiles, metales y alimentos, enriqueciendo su economía. La movilidad social era limitada, aunque existían oportunidades para ascender en la escala social. Los zigurats, templos escalonados, eran impresionantes estructuras dedicadas a sus dioses.
Sus conocimientos matemáticos fueron aplicados en la astronomía y la ingeniería. Estas construcciones reflejan el poder y la riqueza del imperio.
El excedente de alimentos permitió el desarrollo de otras actividades como el comercio y la artesanía. La riqueza generada contribuyó al florecimiento de su cultura. La escritura cuneiforme, grabada en tablillas de arcilla, fue su principal medio de comunicación y registro.
Los médicos babilonios eran considerados figuras importantes en la sociedad. La astrología también ocupaba un lugar importante en su cosmovisión. La existencia real de estos jardines es aún objeto de debate entre los historiadores. La medicina babilonia combinaba prácticas empíricas con creencias religiosas y mágicas.
Las leyes y costumbres reforzaban esta jerarquía. Su sistema numérico sexagesimal, base del tiempo y la medición de ángulos, aún se utiliza hoy. La música y la danza también formaban parte de la vida babilonia, presentes en ceremonias religiosas y celebraciones.
Los babilonios eran hábiles comerciantes, estableciendo rutas comerciales que conectaban con otras civilizaciones. Desarrollaron una sociedad jerárquica con una fuerte influencia religiosa y un rey como figura central. Su arte musical, aunque poco documentado, debió ser sofisticado.
Utilizaban hierbas y minerales para tratar diversas enfermedades. Los jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo, reflejan su ingenio y amor por la naturaleza. Este código influyó en sistemas legales posteriores, evidenciando su importancia histórica.
Utilizaron tablas de multiplicar y dividir, facilitando el comercio y la administración. Se utilizaban instrumentos como arpas, liras y tambores, creando melodías complejas. Se dice que fueron construidos por el rey Nabucodonosor II para su esposa, que añoraba las montañas de su tierra natal.